Impuesto a la decencia



Claudia Ruiz Arriola Impuesto a la decencia (Tomado del Periódico Reforma, 6 de Enero de 2002)

La realidad es que con la "Reforma Fiscal" que se acaba de aprobar no pagarán más quienes más tienen (narcos, políticos, piratas, revendedores de lo ajeno), sino que seguirán pagando las personas físicas y morales que -gracias a su iniciativa y esfuerzo- han logrado un éxito relativo dentro del marco legal.

"Dos cosas son inevitables en esta vida: la muerte y los impuestos", era una de las máximas favoritas de Benjamin Franklin. Evidentemente el político estadounidense no estaba familiarizado con el sistema mexicano donde, si bien no hemos encontrado la forma de burlar a la muerte, tenemos maestría en evasión fiscal. Porque los impuestos en México no son inevitables si uno pertenece a la secta de los bribones.

Los impuestos en este país (como los sermones del padre Tello) se hicieron para los decentes -para los empresarios, profesionistas o trabajadores- que intentamos ganarnos la vida y prosperar dentro del marco de la ley. Los impuestos son inevitables sólo si se es uno de los 4 millones de contribuyentes cautivos que alimentamos las arcas del Estado y, de paso, subsidiamos a los millones de gorrones que lucran y viven de la economía informal, la piratería, el narco, la delincuencia, el gobierno, etcétera. No por nada ser decente en México es mal negocio. Tan mal negocio que a la decencia le anda pasando lo que a los osos pandas: languidece y es incapaz de reproducirse en cautiverio.

La comparación no es gratuita. Igual que la especie de inofensivos plantígrados utilizados como símbolo de la World Wildlife Fund (WWF), los decentes hemos sido objeto de una despiadada cacería por parte de Hacienda (¿se acuerdan del terrorismo fiscal del PRI: aquel Lolita o Dolores de nefasta memoria?) mientras los bribones siguen en jauja. Para muestra está el innegable crecimiento de las actividades ilícitas en detrimento del ejercicio profesional honesto. Y es que el principal negocio en este país es ser ladrón o narco, actividades no gravables en las cuales no sólo compras lo que se te venga en gana (autoridades, armas de uso exclusivo del Ejército, jueces y policías), sino que no pagas nada (ni en impuestos, ni en cárcel). El segundo mejor negocio (después de ser burócrata, se entiende) es ser comerciante ambulante de esos cuya mercancía pirata o robada tiene unos costos de producción o distribución ínfimos, o ser parte de la economía informal que opera sin permisos, sin pagar impuestos y sin pérdida de tiempo en los trámites burocráticos exigidos por Hacienda para iniciar un negocio legal (antes bien, el comercio informal se establece a plena luz del día a vender copias, tacos o refrescos donde los decentes hacemos largas colas para recibir permisos y pagar impuestos).

El peor negocio en México es ser empresario, profesionista o trabajador honesto, cumplidor de requisitos gubernamentales, pagador de impuestos, generador de trabajo y capitales dentro del marco de la ley. O ser un consumidor íntegro que se suscribe -no se roba- a la señal de la televisión por cable, que fuma tabaco y no mariguana y que compra sus electrónicos en establecimientos legales y no en los callejones y barrios donde se revende lo robado. A este sector, que busca cumplir con lo estipulado en la ley, se le tiene por el peor criminal del país; es el "rico" que debe pagar impuestos especiales porque ha tenido la insolencia de prosperar (aunque sea módicamente) a pesar de (y no gracias a) nuestras autoridades.
 
 
 
 
 

mil Visitantes desde 30 Enero 2002